Admito que el dejar de escribir
me hizo un poco impermeable a las musas húmedas
que rondaban la casa y el auto,
que perdí la noción del tiempo
y que huyeron los fantasmas.
Admito que talvez me convertí en un monstruo,
en un inútil otoño
y que dejé de saber precisamente quién era.
Aunque por primera vez me sentí gente,
al no tener la incansable urgencia
de documentar el alma.
20081005
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